domingo, 27 de julio de 2008

Fiestas Patronales de Santiago de Baradero

HOMILÍA DEL OBISPO EN LA CELEBRACIÓN DEL APÓSTOL SANTIAGO

(Santiago del Baradero, domingo 27 de julio de 2008)

Sr. Intendente Municipal y autoridades municipales
Queridos sacerdotes,
Queridos hermanos y hermanas en el Señor

I
EL APÓSTOL SANTIAGO EL MAYOR Y LA LUZ DE LA FE

Nos une hoy la celebración de Santiago, Apóstol de Jesucristo,l patrono de la ciudad y partido de Santiago del Baradero, en este Año Paulino Jubilar, en el que somos invitados a que la Luz de la fe y el fuego del Amor hagan den cada día más vida a nuestra esperanza, como nos ha enseñado el Concilio Vaticano II, el cual ha llamado a todo cristiano a avanzar “(…)(1)por la vía de la fe viva, la cual enciende la esperanza y obra por medio de la caridad” . Lejos de pensar todas estas cosas principalmente en abstracto, creo que deberíamos tratar de ver cómo son muy concretas en nuestra vida actual.

El mundo está muy necesitado de luz y de esperanza y esta última es una virtud que en la práctica cotidiana se articula en la paciencia y en la humildad, ambas dos en sentido verdadero e integral, lo cual nos da fuerzas ante todo revés, todo fracaso, y nos da también moderación ante los éxitos, porque, librados a nuestros propios estados de sensibilidad, podemos estar inclinados a los excesos de un ánimo en cierto modo «bipolar» y esto sea dicho en sentido existencial y no sólo psicológico.

Quizá aparezcan estas consideraciones, reitero, algo genéricas… veamos sin embargo cuánto son actuales en nuestra vida, y también cuánto necesitamos, para nuestro equilibrio y felicidad, de la confianza en Dios, de aceptar su misterio y el misterio de nuestras propias vidas, y el confiarnos en Él, incluso (o especialmente) en los momentos de oscuridad. En Él, en Jesucristo, Luz del mundo, “Luz de las naciones y gloria de Israel” (Lc 2,32). Dios gobierna misteriosamente el mundo y la Iglesia, no obstante cualquier sombra o cualquier tiniebla (2).

Con esta visión de fe, celebramos hoy la divina Liturgia en la fiesta de Santiago (que es el Mayor, a no confundir con el Menor, primo hermano de Jesús). Este Santiago fue hermano del también apóstol Juan, y su nombre en hebreo es «Jacob», derivado en «Yago», de ahí que «Sant-Yago» sea el origen del nombre actual. En tanto discípulo del Maestro, Santiago estuvo presente en dos de los momentos cúlmines de Jesucristo: la Transfiguración en el monte Tabor (Cf Lucas, 9) y la oración en el Huerto de los Olivos, junto a Simón Pedro y a Juan. Son dos momentos que tienen que ver mucho con la Luz y la oscuridad.

Lo cierto es que después del gran acontecimiento de Pentecostés, los Apóstoles fueron enviados a predicar y a implantar la Iglesia, y según la tradición Santiago cruzó el mar Mediterráneo, recalando en la «Hispania» de la época (3).

En tiempos en que ya el Islam había avanzado sobre gran parte de la península ibérica, el rey Alfonso II de Asturias ordenó construir, cerca del año 813, una iglesia sobre el cementerio donde habían aparecido los restos del Apóstol, precisamente donde hoy se encuentra la iglesia catedral de Santiago de Compostela, adonde confluye en Europa el «camino de Santiago», meta de peregrinaciones desde edades antiguas, meta peregrinacional que trajo unión y conocimiento de los pueblos (4), encaminados a la luz de la fe.

Por eso, queremos traer también ejemplo hoy nosotros, pues «la unión hace la fuerza», la unión de corazones que necesitamos, como familia de Dios, y comunidad diocesana, para evangelizar y para la promoción integral de la persona humana. Siguen dando frutos de bendición los caminos de Santiago, hechos hoy día por personas de fe y por otras que tienen un interés cultural o humanista, pero que también allí, no pocas, han recuperado la fe cristiana. Santiago es confluencia de pueblos, como lo es este Santiago del Baradero desde sus orígenes, en 1693, y queremos que ese espíritu dé cada vez más fruto.

II
LA FE EN JESUCRISTO, «LUZ VERDADERA»

Me alegra ver la alegría de ustedes en esta festividad. Es un gran signo. Santiago nos lleva a Jesús.

La fe no tiene como objeto a cualquier sentimiento, estado de ánimo o a una pura idea que nos hagamos de Dios. La fe lo es en Jesucristo, “Luz verdadera”, la que «ilumina a todo hombre» (Jn 1,9), esto es, el Evangelio mismo, Jesús mismo, por eso nos abre a horizontes infinitos. Nadie que quiera ver de verdad deseará andar en la oscuridad. El tema es que tantas veces a la oscuridad no la podemos (o no la queremos) «ver». Si las personas pudiéramos (o quisiéramos) «ver» algunas oscuridades de nuestro interior (o de nuestra sociedad), nos apresuraríamos, quizá, a dejar entrar la luz y procuraríamos que otros también reciban ese don. Las tinieblas, sin embargo, son resistentes y se asientan sobre la mentira, cuyo padre, en última instancia, es «el mentiroso», el «príncipe de este mundo». En cambio, el que obra la verdad viene de la Luz y a la Luz (cf Jn 3,21).

Esta Ley no es cualquiera, hecha por los hombres, inventada o construida meramente por el psiquismo al modo de proyección o transfert ni por técnica o tecnología alguna. La Ley de Dios, su Ley de Amor, la Ley nueva del Espíritu Santo, es luz en las tinieblas; el tema es que estas últimas no la quieren recibir (Cf Jn 1,5). Esta Ley Nueva, en sentido puro es Jesucristo mismo. Por eso, el creer de verdad se trata de la adhesión a Él, y de cumplir con Él por Amor (a Él y a los hermanos), más que de un cumplimiento exterior (lo cual no quita éste), y menos todavía porque nos venga impuesto o porque no tengamos otra opción u oportunidad.

El Papa Juan Pablo II nos enseñaba a este respecto en la Veritatis splendor: “Jesús mismo es el «cumplimiento» vivo de la Ley, ya que Él realiza su auténtico significado con el don total de sí mismo; él mismo se hace Ley viviente y personal” (5), Ley que, si podemos aplicarle el decir del Alighieri, es “l’amor che move il sole el’altre stelle”, el amor que mueve el sol y las otras estrellas (6), luz de vida (Cf. Jn 8,12), que atraviesa las Escrituras del principio al fin (7). ¿Lo creemos?. Porque de esto dependerá nuestra opción y proyecto de vida, y seguramente también el destino de otros. Si lo creemos, pongámonos confiadamente en camino, sin miedo, dejando de vacilar y temer, o de hacer un paso adelante y diez hacia atrás, porque el Señor nos lo ha dicho: “Yo soy la luz del mundo; quien me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). El gran tema es revitalizar la fe en Jesucristo, fuente de toda vida, y la confianza en Él, en su Iglesia; se lo dejo para reflexionar.

III
DEJÉMONOS INTERPELAR POR SANTIAGO EN LA VISIÓN DE LA TRANSFIGURACIÓN Y POR PABLO EN LA VISIÓN DEL ROSTRO DE CRISTO

En la Transfiguración, de la que participó el Apóstol Santiago, la Luz divina se ve concentrada en Jesús. “Su rostro brilló como el sol y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz” (Mt 17,2). Nos interpela este testimonio; ¿cómo no?.

También Pablo nos interpela, en su Año Jubilar, él que, en el camino de Damasco, recibe la aparición del Cristo Resucitado envuelto en una luz fulgurante que lo ciega, al mismo tiempo que le abre los ojos del alma a una nueva visión de la vida, de la realidad y de las cosas (Cf Hech 9,3; 22,6; 6,13). Saulo, devenido en San Pablo, vio la gloria divina, la irradiación divina (Cf Heb 1,3) en el rostro de Cristo (Cf 2Cor. 4,6). Nos interpela también, y mucho, porque el rostro del Señor lo vemos también en el de cada hermano, en especial del más necesitado, tanto de lo material como de lo espiritual. Será también motivo de reflexión si nosotros llegamos a ver en cada ser humano el rostro de Jesucristo, por desfigurado que esté en ese hermano.

El bien siempre triunfa. Pero la ingenuidad de estilo «naïf» puede ser una deficiencia, cuando no –en el fondo- el fruto de un «no querer ver» para no empeñarse o comprometerse. Sin maniqueísmo alguno, veamos como la oscuridad (de las mentes, de los corazones) y las tinieblas, no quedan afincadas o encapsuladas en las personas sino que son «dinámicas», podemos decir, llevan «dinámicamente» hacia las obras malvadas, las cuales rezuman egoísmo, envidia, odio, violencia, y esto último en diferentes niveles (Cf Jn 3,19-21). Sin embargo, nunca tenemos de dejarnos ganar por la amargura, la cual, a fuerza de sentar sus reales, termina en el cinismo. Conversión, transfiguración, Justicia y Paz, han de ser metas fundamentales y concretas.

Por eso, pienso, será una oportunidad providencial este Año Paulino para entrar en un divino proyecto, y se lo digo con palabras de San Pablo: revestirnos de la coraza de la fe y del Amor, «teniendo como yelmo la esperanza de la salvación» (1 Tes 5,5-8) y echando fuera las obras oscuras (Cf Rm 13, 12-14), que, por blanqueadas que intenten presentarse (incluso ante nuestros propios ojos), no pocas veces están más presentes a nuestro alrededor (o dentro) de lo que pudiéramos pensar.

Con la luz de Cristo, que resplandece «en el rostro de la Iglesia», como dice el Concilio Vaticano II (¿lo habíamos pensado?; ¿lo creemos?), queremos anunciar el Evangelio «a toda creatura»(8) , como familia parroquial y diocesana, unidos a nuestro Papa Benedicto, quien nos preside en la caridad, y a nuestros hermanos todos, en apertura a todos y con conciencia de ecumenismo espiritual y un profundo, fructuoso, diálogo interreligioso, así como con respetuoso amor por quien no cree, o ha perdido la esperanza.

Y queremos ser felices, vivir en paz, con nuestras familias unidas, mirar hacia delante, construir civilización y contemplar el Rostro Radiante del Señor. Con la ayuda de la Virgen Madre, que apareció al Apóstol Santiago para protegerlo de todo mal, de toda adversidad, y confirmarlo en la fe.


+Oscar Sarlinga

-----
1.CONC. ECUM. VAT. II, Const, dogm. Lumen gentium, n. 41.
2.Cf BENEDICTO XVI, Enc. Deus Caritas est, n. 39.
3.Si bien no hay evidencia histórica «documental» de estos hechos, son varios los testimonios en los Padres de la Iglesia y lo que sí puede decirse es que el cristianismo en la península ibérica data ya del primer siglo. De hecho apenas terminadas las persecuciones del Imperio Romano, fue en «Hispania» donde se celebró por vez primera un concilio (exceptuado el Concilio Apostólico en Jerusalén), que fue el concilio de Elvira, en fecha cercana al 303. En los Hechos de los Apóstoles se dice que Santiago fue martirizado en Jerusalén (Cf Hech 12, 2). Esto ocurrió hacia el año 44, cuando fue degollado por orden de Herodes Agripa I. La tradición piadosa dice que la Santísima Virgen apareció a Santiago en España sobre un pilar, en la actual Zaragoza, esto es, sobre una columna donde hoy se venera su imagen en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, en la misma ciudad. Luego de esta visión, Santiago habría regresado desde España a Jerusalén, donde, luego de ver a la Virgen, fue martirizado, habiendo sido su cuerpo transportado por sus discípulos de nuevo hasta la Península Ibérica.
4.Respecto de la peregrinación a Santiago de Compostela, es bueno recordar que fue en el año 1122 cuando el papa Calixto II instituyó los privilegios del Año Santo Jacobeo. A partir de este 2008 los próximos Años Jacobeos tendrán lugar en 2010 y 2021.
5.JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, n.15.
6.Cf Divina Comedia, Par. XXX, v, 145.
7.El primer acto de Dios en la creación fue la división de la luz y de las tinieblas (cf Gen. 1,3s), así como el último acto será la Luz que es el mismo Dios, pues “(…) la ciudad (es decir, la nueva Jerusalén) no necesita la luz del sol, ni la luz de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero” (Ap 21,23).

8.Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 1.

domingo, 15 de junio de 2008

Año Paulino Universal en la diócesis de Zárate-Campana

CARTA PASTORAL DEL OBISPO CON MOTIVO DEL AÑO PAULINO

I

PROCLAMACIÓN DEL AÑO PAULINO UNIVERSAL, EN LA VÍA DE «JESÚS-CAMINO»

El Santo Padre nos ha dado una gran alegría y una oportunidad de reavivar en nosotros la gracia de la unidad y de la evangelización. Así pues, en la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma, el 28 de junio de 2007, durante la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, el Papa Benedicto XVI ha convocado a toda la Iglesia al Año Jubilar Paulino(1), el cual tendrá lugar desde el 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009, con motivo del bimilenario del nacimiento del Apóstol Pablo.

El nacimiento de Saulo, en efecto, que según los historiadores se sitúa entre el año 7 y el año 10 de nuestra era, marca un acontecimiento providencial en lo profundo eclesial, puesto que Pablo, una vez convertido a Jesucristo, se transformó en «Apóstol de las Naciones» y extensor de la Iglesia peregrina, llamada a testimoniar a Jesucristo ante todos los pueblos.

Porque, habiendo sido celante cumplidor de la Ley, según la interpretación que efectuaba, y creyendo de verdad actuar según los preceptos de aquélla, Saulo, el perseguidor, pidió licencias para ir en búsqueda de los discípulos de Cristo, en Damasco, con la finalidad de apresarlos (cf. Hech 9, 2). Pero el acontecimiento que irrumpió él no podía preverlo: era su nuevo nacimiento, el ser nuevo que se hacía presente.

En el camino, por la acción del Espíritu Santo, experimentó un decisivo encuentro con Cristo, quien lo convirtió en un Enviado para propagar Su Evangelio en medio de los paganos (cf. Hech 9,3ss). De hecho, la fiesta de la «conversión» de San Pablo nos habla de este «vaso de elección» escogido por Dios para serle "testigo ante todos los hombres" (Hech 22,15). Testigo con una visión y anhelo universal, como la Iglesia misma, «…necesaria para la Salvación» (2), la cual, desde el día de Pentecostés, ha manifestado la universalidad de su misión, que es, a la vez que asumiente de las insondables riquezas de la humanidad(3).

Por eso, hermanos y hermanas de esta diócesis, el objetivo del Año Paulino es profundizador y evangelizador, esto es, además de ser tiempo propicio para dar a conocer más y mejor la persona, ser, obra y acción del «Apóstol de las Gentes», lo es sobre todo para invitar a todos los creyentes en Cristo y a los hombres de buena voluntad a profundizar en el inspirado paulino mensaje de vida en Cristo, el mensaje de Salvación. Lo es para dejarnos hacer por Dios y su gracia, para producir una eclosión de fe, esperanza y caridad (sin olvidar la dimensión social de ésta, la solidaridad), en un mundo que tanto necesita de estas virtudes.

Este tiempo de gracia es ocasión propicia también para que reflexionemos en la relación esencial entre justicia y caridad, virtudes inseparables, tema al cual el Papa le ha dedicado una especial consideración en la segunda parte de su Encíclica «Deus Caritas est» (4). No existe caridad sin justicia. Al mismo tiempo, el cristiano está llamado a buscar siempre la justicia, llevando dentro de sí el impulso superador que proviene del Amor, que supone la justicia y la trasciende. Reaprender a ser justos, a compartir, a crear condiciones de justicia y paz, implica abrir el corazón a Dios y a los hermanos. Que sea éste un tiempo en que podamos ver cómo la fe abre puertas extraordinarias al trabajo por un orden justo en la sociedad, a una «caridad social» rectamente entendida y aplicada, y en particular en lo referente a los fieles laicos, en la participación personal en la vida pública, cooperando con los demás ciudadanos(5).

De tal modo, el Año paulino proclamado por Benedicto XVI tiene mucho de aquella exhortación a la transformación en el Amor y a la «nueva imaginación de la caridad» a la que nos llamara Juan Pablo II en Novo Millenio ineunte, ese gran programa pastoral para el IIIer. Milenio.. Desde esta perspectiva, este año de gracia 2008-2009 viene a consistir para nosotros en un ponernos en la vía de «Jesús-Camino», con la significación, por ende, de ser ocasión privilegiada para la pastoral, para todos los agentes de ésta, sean los curas párrocos y sus colaboradores, los catequistas, religiosos y religiosas, laicos y laicas comprometidos, con el fin de profundizar en el pensamiento de San Pablo y en la obra de la gracia en él, de promover la lectura espiritual y los estudios acerca de las Cartas, paulinas, las cuales, en y desde el Espíritu, nos confirmarán en la fe, haciendo que podamos cada día crecer en el testimonio de vida de «hijos de la luz» (cf. Ef. 5,8), afianzándonos también en nuestra «cordial pertenencia a la Iglesia» (sabiendo que «cordial» proviene de «corazón», y apartando de nosotros toda dañosa división). Ello nos afianzará, al mismo tiempo, en nuestra misión como evangelizadores y en nuestro empeño por un ecumenismo verdadero y por un fructífero diálogo interreligioso, en la Justicia y en la Paz, en apertura amorosa al Espíritu del Señor.

Es ese mismo Espíritu el que " (…) nos identifica con Jesús-Camino, abriéndonos al misterio de salvación para que seamos hijos del Padre y hermanos unos de otros; nos identifica con Jesús-Verdad, enseñándonos a renunciar a nuestras mentiras y propias ambiciones, y nos identifica con Jesús-Vida, permitiéndonos abrazar su plan de amor y entregarnos para que todos tengan vida en Él" (6) , como nos lo refiere el Documento de Aparecida. Parece como un resumen del apostolado de Pablo.

II
SER, PENSAMIENTO Y ACCIÓN DE SAN PABLO

La conciencia psicológica y moral de Pablo como Apóstol de Jesucristo es manifiesta en su pensamiento, tal como lo expresa en algunos de sus escritos (como por ejemplo en Rom 1,1). Dicha conciencia parte de un Llamado (como lo expresa en Rom 1,1: “siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación”) el cual selló su misma existencia, para anunciar el evangelio. Este anuncio manifestaba «la razón de su vida», pues no era otra cosa que la expresión de su total conversión a Jesucristo y su total reconocimiento de Él como Mesías y Señor. Es lo que podemos llamar el «Cristo-centramiento» de San Pablo, a partir de la centralidad de Cristo Señor, el Cual tomó su entera vida, al punto que así lo exclama en la carta a los Gálatas: "No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí" (2,20).

La conciencia psicológica y moral a la que nos referimos era tanto más clara cuanto que Pablo, elegido “para anunciar el evangelio de Dios”, no poseía una presencia significativa y, según parece, su palabra (pienso que en el sentido de elocuencia o retórica) era considerada «despreciable» para sus adversarios.

El Papa Benedicto no duda en afirmar que el éxito del apostolado paulino dependió sobre todo de un empeño personal en anunciar el Evangelio con total y valiente «dedicación» a Cristo, sin reparar en dificultades y peligros(7) , a imagen de cómo era, por otro lado, la vida de los XII Apóstoles, quienes, «movidos por el Espíritu Santo, invitaban a todos a cambiar de vida, a convertirse y a recibir el bautismo»(8) , en una predicación también riesgosa y en nada exenta de contradicciones de parte del ambiente. El servicio evangelizador de Pablo se caracteriza por la santa insistencia en la «conversión» («metánoia») exigida por la fe en Jesucristo, conversión que lleva a revestirse de Él y a caminar en la novedad de vida en el Espíritu (a la cual se refiere en el capítulo 8 de la Carta a los Romanos).

Pablo anunció con valentía («parresía»), y sin temor al rechazo o al desentendimiento, que es la Cruz de Jesucristo posee valor salvador y que es Su gloriosa resurrección la que nos da la «novedad» perpetua del cristianismo, la religión de una vida nueva, la del Amor (cf. Rom 6,4), ese Amor que derriba los muros del odio y de la división y hermana a los seres humanos, hechos «creaturas nuevas» (cf. Efes 2,14), liberados (Cf. Gal 5,1) e iluminados por Jesús (cf. Efes 5,8) en el Espíritu. Así, el Apóstol exhortaba a todos a no tener miedo en el cumplimiento del ministerio eclesial, basado en que el Señor no ha dado a sus discípulos un espíritu de «timidez» -y menos todavía de pusilanimidad- (Cf 2 Tim 1,7), y fundado en la convicción de que la gracia de Cristo siempre nos acompaña, incluso en medio de las fatigas y cansancios (Cf 1 Cor 15,10).

Si Cristo era la fuente de la vida de Pablo y de la acción apostólica que desenvolvía, por ello mismo él supo ver en la Iglesia el «Cuerpo de Cristo» (Cf. Ef 4,4) al que amó y sirvió con todo su ser. Pablo se dedicó a edificar la Iglesia, a fundar y consolidar las comunidades eclesiales que estaban a su cargo (Cf 1Tes 1,2ss). En la Iglesia, todos los miembros están unidos por la gracia del bautismo y animados por la fuerza del Espíritu Santo. Así, evangelizar y extender la Iglesia llevó lo esencial de la vida de Pablo, como exclama en la carta primera a los Corintios: "Ay de mí si no evangelizara" (1 Cor 9,16). Un evangelizar para nada reducido a un mero anuncio teórico sino centrado en el discipulado, en el conocimiento y vivencia de la Palabra de Dios (Cf. Mt 28,19-20). En esto, en su «pasión por la Iglesia», nunca cesó, incluso durante el aprisionamiento previo a su muerte (cuando estaba en custodia pública como delincuente común), habiendo proseguido en interesarse personalmente por la marcha de las iglesias y el apostolado (Cf 2 Tim 4,11). El Apóstol era Pastor de las Ovejas.

Por fin, al final de su vida en esta tierra, aproximadamente en el otoño del 66, como dijimos, nuevamente prisionero en Roma (Cf 2 Tim 4,9.21), sufrió una expeditiva condena condena capital de resultas de la cual fue decapitado, según la tradición, junto a Tre Fontane (Acquae Salviae), probablemente en el año 67. Combatió el buen combate, conservó y nos dejó la fe.

III

LA UNION DE PEDRO Y PABLO

A riesgo de alargar un poco estas páginas, deseo también atraer la atención de ustedes sobre la unión inseparable de la misión paulina respecto de la misión petrina. La misión de Pablo es indivisible de la misión de Pedro, la «piedra» sobre la cual el Señor quiso edificar su Iglesia. En este IIIer. Milenio que hemos iniciado, el mensaje de Pedro y Pablo es más actual que nunca. Ambos Apóstoles son inseparables en su ser y en su acción. Nuestros oídos siguen escuchando la voz de la invitación que Pedro, junto con su hermano Andrés y con los primeros discípulos, escuchó de Jescristo mismo: «rema mar adentro, y echen sus redes para pescar» (Lc 5, 4)(9) . Ha sido la invitación que en el la carta apostólica «Novo Millenio ineunte» nos dirigiera el Papa Juan Pablo II, como incentivo para el proyecto pastoral en el tercer Milenio de la era cristiana, tal como lo indicáramos más arriba.

Pedro, después de la pesca milagrosa, recibió el anuncio de su vocación y elección: se convertiría en «pescador de hombres» (Lc 5, 10). Pablo, que recibe su elección y misión camino a Damasco, nos pide hoy a todos nosotros el reavivar la gracia recibida, como lo hizo a su discípulo Timoteo, Obispo, a quien el «Apóstol de las Naciones» le solicita reavivar continuamente «la gracia recibida por la imposición de las manos» (cf. 2Tim 1,6). En uno y otro caso podemos ver cuánto es necesario reafirmar (con fe, con humildad, con valentía apostólica) nuestra pertenencia a la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Pero el éxito de este emprendimiento no depende de un esfuerzo voluntarista. Podremos hacerlo sólo si antes dejamos entrar la luz de la gracia y así reforzamos nuestra opción profunda de seguimiento a Jesucristo, el Señor, «ho Kýrios». Siguiendo la exhortación paulina, y «acordándonos de Jesucriso resucitado de entre los muertos», así viviremos y tendremos parte en el Reino, con Él (Cf 2Tim 2,8.11.12.).

Cual consecuencia vivencial de lo anterior, la unión afectiva y efectiva con el Sucesor de Pedro, el Papa, la comunión orgánica como Iglesia, nos hará entrar de lleno en la corriente de gracia de la misión de Pedro y Pablo y traerá grandes frutos de evangelización y de promoción de la persona humana.

IV

LAS CELEBRACIONES Y ACTIVIDADES EN NUESTRA DIÓCESIS

Como sabemos, en la Iglesia particular se dan todas las notas de la Iglesia universal. Nuestra diócesis de Zárate-Campana fue creada 21 de Abril de 1976 por su Santidad Pablo VI (quien tomó ese nombre por el Apóstol de las Gentes), y abarca una vasta zona, densamente poblada, la cual por lo demás ha experimentado un gran crecimiento en los últimos años. Como diócesis es «joven» (recordamos aún la celebración del XXXmo. aniversario, en 2006), geográficamente muy variada, y a la que todos nosotros hemos querido encaminar, en profundo consenso pastoral, en «estado de misión».

Como región, en cambio, tiene en su haber algunas de las circunscripciones parroquiales más antiguas de Buenos Aires, localizadas principalmente en el «decanato rural», tales como Santiago del Baradero –que, con 370 años, es la más antigua de la actual Provincia civil-, San Antonio de Areco y Exaltación de la Cruz. Las ciudades principales y más populosas, en cambio, pertenecen a los tiempos del proyecto-país de la Argentina de los ferrocarriles, del desarrollo industrial y portuario, y ha recibido en estos últimos tiempos una fuerte inmigración desde las provincias, y desde los vecinos países del Paraguay y Bolivia.

Recientemente el Santo Padre Benedicto XVI, conservando la iglesia catedral de Santa Florentina en Campana, y la sede del Obispado en la misma ciudad, nos ha hecho el don de la Co-catedral de la Natividad del Señor, en Belén de Escobar (cuyo Templo cumple 100 años en este 2008). Es gracia y don para todos nosotros y halla sentido en el «estado de misión» diocesano y en el cordial empeño por una evangelización renovada.

El «estado de misión» tiene mucho, muchísimo, del espíritu paulino de la evangelización, vista como posibilidad de enriquecimiento no sólo para sus destinatarios sino también para quien la realiza, en esta diócesis nuestra y con frutos también para la Iglesia entera, pues «la misma Iglesia universal se enriquece con expresiones y valores en los diferentes sectores de la vida cristiana, […] conoce y expresa aún mejor el misterio de Cristo, a la vez que es lentada a una continua renovación»(10) .

Dentro de esta continua renovación, en y desde el Misterio de Cristo: ¿Cómo podríamos dejar de esperar, queridos hermanos y hermanas, que este Año Paulino, don y regalo del Santo Padre, sea un tiempo más que propicio para que nuestras comunidades, nuestros organismos eclesiales de comunión orgánica, confirmen su fe, en el Amor y en la esperanza que nos vienen del Señor Jesús?.

Por eso, quien les habla, como vuestro Obispo, va a realizar la «apertura de este Año Paulino» en la diócesis, con la celebración eucarística en fecha del 28 de junio, por la tarde, en la única circunscripción diocesana (creada en 2007) que tiene el «título de los Apóstoles»: la cuasi-parroquia de Nuestra Señora de Luján y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en la ciudad de Campana. Tendremos allí las Fiestas Patronales, bendición de la nueva pila bautismal y confirmaciones de adultos. La celebración de apertura se completará al día siguiente, el 29, con la consagración e inauguración de la nueva iglesia de peregrinos, dedicada a San José, contigua al santuario de Schoenstatt, en Belén de Escobar.

Durante el año realizaremos nuestro encuentro judeo-cristiano con las comunidades de las ciudades de Zárate y de Campana, hermanos con los cuales ya se ha hecho una amistosa tradición el encontrarnos. Tendrá lugar en la recientemente inaugurada sala «Nuestra Señora de Guadalupe» de nuestro Obispado (el jueves 10 de julio, con el tema: «San Pablo y la ética de Occidente»). Asimismo mantendremos durante el año de San Pablo diversos encuentros de oración, conferencias, actos, en algunos decanatos.

Esto sin olvidar la «misión joven» que, esta vez especialmente impregnada del espíritu paulino, tendrá lugar en Belén de Escobar este año 2008, en el mes de septiembre.

Pido a todos los curas párrocos que, en unión con el Santo Padre Benedicto XVI y con su Obispo, abran solemnemente el año paulino sea el 28 de junio en la misa vespertina, o el 29 durante todo el día, en sus iglesias parroquiales.

Puesto que la única entidad educativa perteneciente al Obispado que lleva el nombre de «San Pablo» es el colegio católico homónimo, en la ciudad de Zárate, el cual cuenta con una bellísima e insigne imagen del Apóstol, pintada artísticamente en tela y encuadrada, ésta será como una «imagen peregrina» que podrá ser trasladada, a pedido de los curas párrocos, a las distintas parroquias e iglesias designadas para ganar las indulgencias, a los fines de resaltar la figura del Apóstol y para que esté presente en los actos y encuentros mencionados.

Los lugares para lucrar las indulgencias que ha concedido el Santo Padre para este año de gracia, serán, en nuestra diócesis de Zárate-Campana, la iglesia catedral de Santa Florentina (Campana) y la iglesia co-catedral de la Natividad del Señor (Belén de Escobar), junto con las iglesias matrices de los partidos de Baradero (Santiago Apóstol), San Antonio de Areco (San Antonio de Padua), Exaltación de la Cruz (Cristo Crucificado), Pilar (Nuestra Señora del Pilar), Zárate (Nuestra Señora del Carmen), como asimismo la sede cuasiparroquial de Nuestra Señora de Luján y los Santos Apóstoles Pedro y Pablo (ciudad de Campana), la iglesia de la Inmaculada Concepción (de la localidad de Maq. Savio), la iglesia de Jesús Misericordioso (en Garín, partido de Escobar) y la iglesia de los peregrinos, dedicada a San José (en el partido de Escobar), perteneciente al Movimiento de Schoenstatt, que, como he dicho, consagraré el 29 de junio, en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.

Habiendo escuchado al consejo episcopal, he establecido también que, junto con la fecha de apertura del Año Paulino, y de su clausura (el 29 de junio de 2009), se podrá lucrar la indulgencia plenaria en dichas iglesias mencionadas, los días siguientes: el 18 de noviembre del corriente año (Dedicación de las Basílicas de los Santos Pedro y Pablo en Roma), el 25 de enero de 2009 (Fiesta de la Conversión de San Pablo) y los días festivos de las celebraciones de las Fiestas Patronales de las iglesias arriba indicadas.

Tal como bien sabemos, gracias a la enseñanza de Pablo y a su apostolado, las primeras comunidades cristianas fueron creciendo en el Amor de Dios y en la conciencia del «ser Iglesia». Con los desafíos de la «Nueva Evangelización», el «Apóstol de las Gentes» nos interpela una vez más, hoy, a nosotros, hombres y mujeres de este tiempo y de este lugar: el centramiento de nuestra fe en Jesucristo, en el cual y por el cual somos lo que somos (Cf 1 Cor. 15,10) y el compromiso del condiscipulado evangelizador.

Ponemos en las manos de la Virgen Santísima, en su advocación de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina y Patrona de esta diócesis de Zárate-Campana todas nuestras buenas intenciones, nuestros propósitos pastorales y las actividades programadas para este Año Paulino.

Con afecto en Cristo y María, los bendice y pide la oración de ustedes,


+Oscar, Obispo de Zárate-Campana


13 de junio de 2008, Festividad de San Antonio de Padua


-----------------

1. Cf BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre durante la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, en la Basílica papal de San Pablo Extramuros, Roma, 28 de junio de 2007.
2. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen Gentium, n. 14; cf. Id. Decreto Ad gentes, n. 7; Id., Decreto Unitatis redintegratio, n. 3. La visión de la Iglesia necesaria para la salvación no es en modo alguno contraria a la voluntad salvífica de Dios, que «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (1 Tim 2, 4). Son verdades convergentes, razón por lo cual, «es necesario, pues, mantener unidas estas dos verdades, o sea, la posibilidad real de la salvación en Cristo para todos los hombres y la necesidad de la Iglesia en orden a esta misma salvación» (JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris missio, n. 9: AAS 83 [1991], 258).
3. Cf. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Slavorum Apostoli (2 de junio de 1985), n.18: AAS 77 (1985), 800.
4. Cf BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Deus Caritas est, nn. 26-29.
5. Cf Ibid. n. 29.
6. CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM), CONFERENCIA DE OBISPOS DE LATINOAMÉRICA Y DEL CARIBE, EN APARECIDA (Brasil), «Documento de Aparecida», 2007, n. 137.
7. Cf BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre durante la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, en la Basílica papal de San Pablo Extramuros, Roma, 28 de junio de 2007.
8. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de1990), n. 47: AAS 83 (1991), 293.
9. Cf. JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo millenio ineunte (6 de enero de 2001, n. 1: AAS 93 (2001), 266.
10. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris missio, n.52: AAS 83 (1991), 3000.